martes, 13 de diciembre de 2011

Mochila Rombo



Mochila de Lana de Ovejo


Los árboles aplauden, 
las palmas saludan, 
las piedras sonríen, 
el mar besa mis pies. 

Mis pies, raíces de un roble  
que no quiere morir. 
Mis manos, inquietas mariposas  
en busca de amor. 
Mis ojos, resplandor de luna 
sobre la mar.  

Si las palabras fueran mis manos 
y mis manos el viento, 
si mis ojos fueran la luna 
y mis labios el agua.
  

Mi cuerpo vestido de seda, 
mis cabellos sin fin,  
mi alma en la niebla  
se niega a existir.




martes, 22 de noviembre de 2011

Mochila Carnero


Mochila de Lana de Ovejo


Tierna es la oveja,
suave su lana,
paz es su compañía 

Mochila Escorpión

                         

  

Mochila en lana de ovejo 

Hasta de mi misma quisiera olvidarme, 
y despertar en la prisión de mi cuerpo 
con el alma encendida, 
bajo la sombra 
de un bello 
laurel del campo





lunes, 26 de septiembre de 2011

Tejido Arhuaco





En un principio todo era oscuridad, vacío y silencio.
Al Gran Creador se le ocurrió la idea de lo femenino,
complemento de lo masculino.
Un huso atravesó el centro de la madre tierra,   
una hebra de copos de algodón la envolvieron
y nació un capullo de rosa o de jazmín,
unas manos de azahar y unos pies de lirio,
un cuerpo de bejuco y un alma de cristal.



En la Sierra Nevada de Santa Marta, lugar de origen de varias comunidades indígenas como Arhuacos, Koguis, Wiwas y Kankuamos, podemos contemplar el arte del tejido de mochilas; las hay de fique, de algodón, de hilo y las más reconocidas de lana de oveja tejidas por las mujeres arhuacas. Es un arte milenario que se perpetua de las madres y abuelas a las hijas y nietas, conservando su tradición y la simbología que hay en cada figura de las mochilas, una manera de ser, estar y concebir el mundo.

 El colorido, las figuras precolombinas y texturas, resaltan en las diferentes mochilas que llevan terciadas los hombres, distinguiéndolos de tener una buena tejedora a su lado. Por lo regular cargan tres mochilas, una para el "Poporo" (calabazo pequeño), otra para la hoja de coca y otra para sus objetos personales.


 


Vivo en la ciudad de Medellín y es muy grato poder compartir la experiencia de convivir por muchos momentos con mujeres de la Sierra, quienes me han enseñado el arte de corchar, hilar y tejer mochilas. Han sido encuentros maravillosos donde hemos podido compartir su vida cotidiana, aprendiendo, disfrutando y conmovida por el abandono de la sociedad y el estado en muchos aspectos de la vida indígena.



Sin lugar a dudas son admirables mujeres tejedoras, su labor es compleja y de mucha dedicación, cogen la lana del ovejo y la vuelven hilo, al igual que el fique y el algodón. Ellas no pierden el tiempo, mientras hablan y hasta cuando caminan, van tejiendo mochila. Contribuyen a la economía y reunión familiar, al cultivo y recogida del bastimento (malanga, yuca, ñame y plátano), a la crianza de los hijos e hijas, y a preservar su cultura desde la lengua materna "Ika" y del arte de hacer mochilas que heredaron de la madre del tejido "Naboba".






Las culturas indígenas de Colombia son la memoria viva de nuestros ancestros. Conocer, compartir y aprender de ellos es una forma de reconocer nuestros orígenes y de aceptar la diversidad étnica y cultural de nuestro país. Escuchar otras lenguas, mirar otros rostros entre esos paisajes naturales, conocer diversas  manifestaciones artísticas y religiosas, formas de organización social, política y económica, una manera de vivir diferente, tomando lo necesario de la tierra para el sustento, ideas que contribuyen al mantenimiento espiritual y armónico de la naturaleza, al equilibrio de la madre tierra y a la convivencia con los otros. Sin dejar pasar por alto el conflicto social que existe en un lugar de tanta riqueza natural. Aún así y después de quinientos años de exterminio y el voraz capitalismo actual, la América Indígena de seguro siempre sobrevivirá.

Cultivar y reafirmar nuestra identidad es mi afán por tejer mochilas, porque es cuando tejo que mi sangre indígena aflora en mis puntadas. Para que el amor, las esperanzas, los sueños y la magia no mueran. Para que las ilusiones siempre me acompañen y la idea de vivir, sea tan natural como el fluir de las aguas del páramo que van al mar.

Mónica López